martes, 13 de diciembre de 2011

In-documentados

Inmigración-ocupación-intervención en un espacio doméstico por medio de dibujos-carta y a través del correo postal



Lápiz y lápices de colores / 10,2 x 22,6 cm. (5 dibujos / 1 sobre x dibujo)

lunes, 12 de septiembre de 2011

La última escena



Caja de Luz / 24,7 x 30,8 x 40,2 cm. (Vista exterior)



 Caja de Luz / 24,7 x 30,8 x 40,2 cm. (Vista interior)

 

La última escena 

Anterior al jolgorio: la cena ofrecida por este señor cuyo nombre no recuerdo pero que ya es famoso entre los hombres. Pero mejor no me detengo en cosas posiblemente triviales -que ya entrando en materia, más bien tribales. Nadie en un momento así, o en un momento que se precie, se quiere detener en cuestiones alimenticias; ¿a quién le importa un trozo de pan y unas cuántas botellas de vino? Sí, en cambio, merece considerarse (y muy rigurosamente) los efectos decisivos posteriores al mísero festín. Voy directo a lo que me concierne. 
Bien se sabe lo que realmente se hizo en tan famosa cena y en consecuencia lo que ocurrió. Nadie lo ignora, aunque algunos quieran hacerse los locos.   Que si se comió pan, sí, ya se sabe. Y no sobrará decir que se jartó vino hasta el tuétano, y si mal no recuerdo el estado etílico suscitó no sólo alucinaciones posteriores crónicas (y en algún caso permanentes), sino además síntomas sicóticos y paranoia, lo que fue determinante y que acabó en lo que ya todos conocemos.    
Para ir al centro sin recovecos, dicha cena no fue más que una excusa para justificar el desmadre de unos jóvenes desapegados y sin compromisos. Aquello que empezó como una elegante y formal cita de amigos, acaso despedida, culminó en una bacanal al mejor estilo pompeyano. 
La última escena deja una estampa del desconcierto del momento cumbre del acontecimiento; en medio de la borrachera se hace saber que un hombre traiciona y otro es traicionado. ¿Acaso seré yo? La alegría del guateque decae precipitadamente. La prensa rosa y los voyeristas historiadores conjeturan. Y conjeturarán por  muchos años.

El acontecimiento se saldó con once hombres indispuestos, uno colgado, otro incrustado en un palo (al mejor estilo americano) y unas madres en llantos.

miércoles, 8 de junio de 2011

La cogieron con los calzones abajo


Acrílico, esmaltes, lápices de color y lápiz sobre tabla / 89 X 116 cm.

La cogieron con los calzones abajo

La característica esencial de esta situación es que se ha repetido y se repetirá cíclicamente en el transcurso de la historia. Aconteció en los primeros días del hombre, incluso antes de erguirse por completo, y se repitió en Normandía, en Manhattan, en Yucatán, en una mañana en Pearl Harbor, en Hiroshima, en Sri Lanka, en el almuerzo del sábado con Pepita Pombo, en el Giuseppe Meazza, en el cumpleaños del Jaider, en una habitación del Pribaltiyskaya, en un campo de tejo en la Tunja cosmopolita, en la 85 con 30 cuando una calibre treita y ocho atravesó el cristal y fue a incrustarse en el lóbulo derecho de Rodrigo, en otros tantos que como Rodrigo, en un Night Club de la Nacional dos, en Pompeya y Herculano, en la hacienda Los Álamos donde Don Nepo vio a los burros desbocados irrumpir en estampida en la habitación, rebuznando y defecando; cogieron a Doña Magola con los calzones abajo.

martes, 10 de mayo de 2011

domingo, 24 de abril de 2011

Breve antología de las desapariciones


Maquinita
 
Hay una maquinita que desaparece a la gente. Pero no la desaparece a secas, la desaparece del todo, metafísicamente; cuerpo y alma. Y lo hace, eso sí, masiva e indiscriminadamente. No importa el canal y no respeta ideología, ni control, ni sofá, ni anteojos. Está ahí y simplemente te desaparece.

El filósofo Ángel Valencia de Samos afirmaba en el libro Machina; viaje del hombre a través del tiempo, que todo desaparece a través del tiempo, todo desaparece constantemente en y con el pasado. El futuro aparece y el pasado desaparece, dejándonos instalados inevitablemente en un instante, en un lapso brevísimo: el presente, donde todo está aconteciendo.
El primer capítulo lo dedica a diferentes ideas del tiempo, en la que incluye la idea de espiral, de tiempo circular y su relación con El desaparecer.
Ya la escuela Mecanicista con Empédocles, Leucipo y Demócrito, dio pistas de lo que Valencia de Samos reencaucharía en sus estudios. Empédocles considera que aquello que los hombres llaman hacerse y desaparecer, no es más que mezclarse y de nuevo separarse.
Para los lúcidos Mecanicistas un tipo de idea de tiempo en forma circular es un acierto brillante. Hoy, la idea retomada por otros autores no es más que verborrea anticuada, palabrería obsoleta e ideología trasnochada.
Esto sólo demuestra, si se revisa adecuadamente, que los estudios de Valencia de Samos se reducen a una mezcla de filosofía y paranoia elemental de un individuo aislado y desocupado. Hay que admitirlo, Valencia de Samos era un cretino y un desocupadinche. Más que un espritualista era un esquizoide y un compulsivo.
Después de terminar sus estudios de filosofía partió en busca de lo que llamaba “la hibridación de hibridaciones”; la mezcla mística y metafísica de culturas ancestrales. Pasó un largo periodo de tiempo en la región del Himalaya comiendo peyote y conviviendo con monjes budistas. En una incursión al lago Khomen Tso, tras caer al suelo, agotado, fue devorado por unos buitres del género Gyps Himalayensis. Dicen que en realidad él se comió a los buitres y que murió días después a causa de una intoxicación provocada por la ingestión de una morcilla podrida. Otros dicen que cayó al lago y que, con todo el peso de los libros leídos, se hundió sin remedio, pues muy a pesar de ser un hombre cultivado no sabía nadar. Otra versión, la más mística quizás, afirma que estando en estado de trance se fue corriendo a través de las montañas, conoció a un yak que se encontraba pastando y felices juntos se fueron a volar por las estrellas.

Si no se tiene un maquinita el trámite es muy sencillo, sólo es cosa de desplazarse hasta el lugar y observar bien la pared cubierta de los cubículos con sus cajoncitos luminiscentes. Se escoge, se paga y el trámite queda resuelto.
Cuando la gente ya no quiere hacer nada, cuando las ilusiones y las esperanzas se esfuman, es cuando deciden sentarse. Ponen a funcionar la maquinita y desaparecen del todo, metafísicamente; cuerpo y alma, por más que algunos se empeñen en afirmar lo contrario.



Por donde se pierden las niñas que van de excursión 

Los datos recopilados en el libro La estrigrafía descarriada del lugar extraviado de Hans Norton Green, seudónimo de Chang Tiang Hoo, nos remiten a los informes que sitúan los primeros estudios en un pequeño paraje cercano a la villa de Oplontis. Se habla de algún tipo de establecimiento o recinto que se puede encontrar, si es que se le puede ver, pues dicen no es observable para cualquiera, al final de una calle o callejón. El rumor popular señala que se trata de una especie de lupanar o residencia de mujeres que dedican su existencia a labores ociosas y deliciosas.
El caso es que se sabe poco y lo poco que se sabe en muchos casos es contradictorio. Lo que sí sucede sin duda es que se menciona la calle (y su respectiva residencia al final de la misma) en casos variados y paralelos. Green habla de la multiplicidad de historias expuesta por R. Feynman.  Así, una calle y un lupanar en la periferia de Oplontis también se repiten en un suburbio de Ulan Bator, en el centro de Bucarest, en las proximidades de Hanoi y en medio de un oasis en el Sahara. Cierto es que, si bien los primeros informes se sitúan en las cercanías de Oplontis, cronológicamente la consecución de los hechos data del mismo tiempo y espacio en lugares diferentes. Vulgarmente dicho, sucede exactamente el mismo acontecimiento al mismo tiempo en lugares distintos.
Para los estudiosos de la papaya, fruta esencial en la dieta de cualquiera que ose adentrarse por el callejón hasta la hospitalidad de la casa, existen pruebas contundentes que despejan cualquier duda; al menos al respecto de la ubicación del lugar, aunque sí es cierto que la acelerada expansión de las pepitas magnifica el perímetro de localización y dificulta su estudio. Algunos afirman simplemente haber visto únicamente una luz de neón titilante –eso y nada más. Otros afirman que entre la calle San Telmo y la calle Piedad, que finalmente conduce a nuestro callejón, se han encontrado en extrañas circunstancias los restos de unos melocotones en almíbar,  cuadernos de notas con letras ilegibles, paquetes de pan Bimbo, galletas de chocolate, mochilas vacías y zapatos de tacón.
Lo curioso del asunto es que cerca del final de la calle Piedad, exactamente al principio del callejón, se percibe un cambio extraño; -es como una ventana, un umbral delirante donde los sentidos se precipitan y la conciencia toma un desvío en al camino de la razón y la cordura- afirma Osvaldo Téllez, habitante de la zona que dice haber llegado hasta una puerta y con suerte haber regresado. -Si por ahí se pierden las niñas que van de excursión, no menos los hombres que las persiguen seducidos por su penetrante olor a jazmín. Antes de ingresar en el territorio final hay que pasar por la puerta, presidida por dos grandes figuras de metal, dos monstruos con cuerpo de lagarto y dragón, cara de pez, alas de cisne y cola de león; mueven la cola, los ojos orbitan y sacan la lengua con simultaneidad matemática- relató Téllez en un diario local.
Lo cierto es que las niñas se acercan incautas, se pierden adentrándose y no regresan nunca.
El francés Antoine de Lebray, hermano del antropólogo Eugene de Lebray, cuando vio a su pequeña hija perderse en medio de la neblina y por el callejón, simplemente exclamó: ¡¡MERDE!!



El tonto del paseo 

En Cuanajo, estado de Michoacán, hay una calle para ir pero no para venir y hay niñas y niños que juegan al “tonto del paseo”. El juego consiste en escoger y mandar por la calle al más tonto, que se va y, como es una calle para ir pero no para venir, nunca vuelve.
El tradicional juego se remonta a los orígenes del pueblo. En aquel tiempo se trataba de una contienda entre el grupo de los niños y el grupo de las niñas. Así, mutuamente, jugaban al “tonto del paseo”. Con los años el juego se complicó, y los dos grupos, con sus inquietudes y abrumados por el tedio, decidieron modificar las reglas del juego; cambios a los que nadie se interpuso y reglas que han ido cambiando a lo largo del tiempo. Hoy en día el juego consiste en elegir a los turistas incautos y con caras de tonto y, con señas erróneas, hacer que se desvíen calle adentro. Hecho que provoca en los niños sobresalto y euforia. Cuando un niño llega a su casa, se puede ver su entusiasmo. No más abrir la puerta dice mamá seis, y su madre, que antaño jugaba, entiende y lo celebra con sopa de papa y un biscochito.
En vacaciones se van a la boca, en la esquina toman helado y esperan con impaciente paciencia. Entonces llegan los otros con sus vestiditos fulgurantes que los delatan y los niños con regocijo contenido juegan al “tonto del paseo”.
Llegado el momento exacto dan las señas con sus deditos afilados y mandan al turista que se va, calle abajo, y no regresa nunca. Entonces los niños sonríen, saltan y bailan y dan gritos de alegría.



Cuando llega el antojo

Cuando llega el antojo, llega el antojo. Entonces ahí voy a casa de los Fernández que es una casa para despedirse. Voy, saludo, tomo café con galletitas, estoy un rato, luego me despido y desaparezco.
En este pueblo se puede desaparecer de dos maneras; una, con despedida, como donde los Fernández. De la otra, que se hace sin despedida, se encargan los jefes del gobierno que está de turno. Una vez firmada la orden mandan a sus agentes y ellos se encargan del resto. Toman al elegido y se lo llevan por esa calle que todos conocen y ahí desaparece sin despedirse.
Lo bueno, según dicen, es que de la segunda manera se desaparece para siempre y sin dejar indicios, lo que es bueno si se quiere desaparecer de verdad. Y al parecer hay gente que así se lo toma y sencillamente desaparece. Otros, como yo, prefieren despedirse y van donde los Fernández.

Lo cierto es que el hecho es cierto y la verdad es que esa circunstancia divide a las personas del pueblo en tres grupos: los que saben exactamente lo que ocurre, los que saben exactamente lo que ocurre pero calladitos como si nada, y los que lo ignoran totalmente. Y mientras tanto ahí se suceden los casos y ahí los tres grupos.
El día amanece con sol y sin nubes y los agentes del gobierno se ocupan de sus cosas como si hace tiempo. Y a mí de repente me vuelve el antojo y voy a casa de los Fernández, otros se van para misa y otros al parque. El último acontecimiento: las niñas del San Clemente; a quienes, por su incorrecta conducta y una vez firmada la orden, se las llevaron de paseo.


martes, 19 de abril de 2011

Sanwa, el Micronauta


Plaquetas electrónicas, tinta china, lata, lápiz y collage sobre cartón / 18,5 x 13,3 cm.


Sanwa, el Micronauta

El filósofo Georges Berkeley incitó esta historia. Inmediatamente después la controversia dio lugar a más cavilaciones. Mientras tanto ya surcaban el cielo esos gigantes aparatos voladores que se resignan el nombre de aviones. En la tierra, más a la mano, los trenes pasan a gran velocidad y los edificios rascan el cielo. Al contrario, desde el cielo, se percibe la galleta arada, el relieve sábanas que acaba hundiéndose en el charco, los poliedros organizados en cuadrículas atravesadas por asfalto, el tapete verde de bienvenida después del charco; desde más lejos la bola zoológico da una vuelta y otra sin parar…definitivamente la cuestión es de dimensiones. El universo en un microchip, un microchip que es succionado accidentalmente por la boca del succionador aspiradora que lo deposita en la bolsa infesta de alguna especie de ácaro, que luego se pierde para siempre -se perdió el universo-. Otro microchip, miles de microchips; infinitos microchips conteniendo el universo microchip, papás chips, galletas con chips de chocolate, macrochips de chocolate.  Definitivamente la cuestión es la percepción de dimensiones.    
Así fue como un día de mil novecientos y tantos, Sanwa, decidió explorar el micromundo.


martes, 22 de marzo de 2011

El mundo al revés - Antípoda


Antípedo
Lápiz, lápices de colores, acuarela y tinta cobre cartón / 13,3 x 18 cm.




Paisaje al revés
Acrílico sobre cartón / 14,9 x 19,9 cm.




Dibujo al revés
Lápiz, sobre papel / 12,2 x 17,2 cm.




Cuadro al revés
Acrílico sobre cartón / 12,1 x 16 cm.




Patasarriba patasabajo
Lápiz, lápices de colores y bolígrafo sobre papel / 57,1 x 10,2 cm.




Antípoda
Impresión digital sobre papel cartón / 9,5 x 6,1 cm.




Cuadro para ser visto (o como es visto) por alguien que se encuentra en la antípoda
Lápiz, lápices de colores, acrílico, acuarela y collage sobre madera / 24 x 30 cm.

http://www.flickr.com/photos/santiagonias/sets/72157626205961091/

miércoles, 9 de marzo de 2011

Cuaderno-Bitácora de seres improvisados

Crónica gráfica de un verdadero desocupadinche, o cómo matar el tiempo de la forma más elemental y descarada. Apuntes de baño y otras cagadas.

(Proyecto de bitácora en el que se realiza en un cuaderno de pequeño formato (formato portátil, de bolsillo) al menos un dibujo diario desde el 1 de noviembre de 2010 y durante un año. Los dibujos obedecen a impulsos espontáneos sugeridos por cualquier circunstancia ordinaria o extraordinaria.)



Bolígrafo, lápiz y lápices de color / 13,9 x 10,4 cm.


http://www.flickr.com/photos/santiagonias/sets/72157626289726281/ 

domingo, 13 de febrero de 2011

PequeñHeces GasTronóMicas


Cafheces
Lápiz, lápices de colores y collage sobre papel / 25,5 x 21 cm. (Fragmento)

Para ver la serie completa haz click en el siguiente enlace:
http://www.flickr.com/photos/santiagonias/sets/72157625920079785/

Todo lo que brilla es oro

Todo fuera de su contexto aparece al menos extraño, en ciertos casos grotesco, en otros probablemente desagradable o repugnante.
En este mundo, donde la brecha que separa la locura de la cordura está definida por el espacio que hay entre el más cuerdo de los locos y el más loco de los cuerdos, los extremos más extremos acaban por juntarse. La existencia de límites se reduce a mera imaginación.

Más de una vez he tenido la desagradable oportunidad de presenciar el horror que supone el olor de una Hamburguesa (no se qué es peor, si casera o de un Fast food callejero) en el vagón cerrado, hiperasfixiante, del metro. El resultado de la asociación/sensación olfativa divaga por los oscuros senderos de la fantasía de los pasajeros que dan rienda suelta a su ficción.
La eterna discusión del “huevo y la gallina” para este caso se asimila a la siguiente: ¿huele a queso el pie maloliente? o ¿huele el queso a pie maloliente? entraña esta cuestión la misma dificultad filosófica. 
Procedimientos inversos y dispares se asemejan. La excreción es el resultado de la alimentación. Los alimentos; la materia prima de la mierda, o como diría Eugene de Lebray en excelente francés  -merde en puissance (mierda en potencia)-.

Olores, colores, sabores, texturas, formas; todos comparten la misma naturaleza: exquisita y asquerosa, fétida y deleitosa, repugnante y apetitosa.
Haciendo uso de este hilo conductor aprovecho, cual sazonador, para agregar pizcas de acontecimientos cotidianos y actuales al lenguaje literario de las imágenes en cuestión, sin olvidar, fundamentalmente, que somos, a la larga, máquinas fabricantes de mierda.

martes, 8 de febrero de 2011

Cada uno hace de su culo un candelabro


Acrílico, lápiz y lápices de colores sobre papel / 60 x 73 cm.

http://www.flickr.com/photos/santiagonias/5429023344/

Cada uno hace de su culo un candelabro
                 
                                                                You got to walk that lonesome valley
                                                                     Well, you got to walk it for yourself
                                                                                 Ain't nobody else can walk it for you
                                                                              You got to walk that valley for yourself
                                                                                                                                                                                                                    
                                                                                               MISSISSIPPI JOHN HURT


A Pulecio le pareció que sí. Los demás, aunque les parecía lógico y hasta razonable, estuvieron en contra. Porque eso debería ser así y no de otra manera. Hubo algunos, que sin estar presentes, estuvieron de acuerdo a pesar de pequeñas diferencias. En todo caso quedó chaueto, chahueto, chagüeto ¿Cómo se escribe? Da igual, lo que importa es el resultado y definitivamente quedó chagüeto, o chaueto, da igual. Para otros la vaina salió bien. –A mí me gusta en zig-zag, así sea sólo por el sonido <<zig-zag>>, o en rojo o tal vez azul –Dijo Pulecio –Es esperanzador que en medio de tanta mierda una Veronica hederifolia se deje mover serenamente por el viento –Añadió. ¡Deja de hablar pendejadas! En lo que estamos: Que eso no es así, que es así, que un poquito más allá, que más grande, que esto y lo otro. Mirá pelao, las cosas son así y punto. Qué le vas a hacer. –Entonces amarillo aunque no deba ser así y no me jodan más. Hay que ver, que así no, que así sí, quel gordo, que como van a ir así, que así no se puede, que es indignante, que cómo se han vuelto, que antes y que en otros tiempos. Todo tan distinto.
Las cosas se deben hacer como hay que hacerlas y no de otra manera porque entonces se harían de otra manera y así no debe ser.  De eso no cabe la menor duda.
A pulecio le pareció que no. Los demás, aunque les parecía lógico y hasta razonable, no estuvieron de acuerdo.


                                              
                                                  Diego el Blasfemo, Caprichos literarios. (Bogotá, 1977)


lunes, 7 de febrero de 2011

Afrodita Boyacensis



http://www.flickr.com/photos/santiagonias/sets/72157625999535670/ 

Afrodita Boyacensis

Las versiones que envuelven su misterio son, ciertamente, numerosas; la mayoría inciertas, dudosas o carentes de fundamento. Recurren más al estímulo del desvarío que al rigor de la verdad, aunque eso que se suele llamar Verdad se ajusta a retazos acoplados en un ensamblaje cósmico.

Edelmira Hunzahua (es su nombre) podría camuflarse en el Olimpo. Ahora el tiempo la ha consagrado y es diosa en su Olimpo de tierra negra y papa. Su padre le dio magia, puede percibirse en su andar que evoca otras diosas mayores y distantes. Al pasar, su efecto doppler embeleza al pasajero más mentecato. Atleta del tejo, boyacacuna, deambula bajo una ruana su belleza pueblerina. Por este tiempo en desvanecimiento, esta afrodita de cachetes longanizos, desfila de un lugar a otro entre la mierda de las vacas; desde aquí sus pasos no son más que una estela en la inmóvil y perecedera memoria.     

La joya, impecable talla, imagen de la Imagen, copia cómico-mimética, lejos de la original cinética, jamás se posará en los estandartes de la paridad; sus huellas jamás se posarán sobre la arena resignadas a las halógenas y al pedestal. -Minúscula, redonda, pulida, corpórea, minuciosa, fina, delicada, grandiosa- son meros atributos arbitrarios. Dos esferas de oro bruñido proclaman sus ojos que, como dicen, vistos en la nocturna intemperie y desde un ángulo afortunado, dejan entrever las regiones más escondidas del universo, su origen y su fin. Todo lo demás, como dice busté, no es más que puro chisme.