lunes, 12 de septiembre de 2011

La última escena



Caja de Luz / 24,7 x 30,8 x 40,2 cm. (Vista exterior)



 Caja de Luz / 24,7 x 30,8 x 40,2 cm. (Vista interior)

 

La última escena 

Anterior al jolgorio: la cena ofrecida por este señor cuyo nombre no recuerdo pero que ya es famoso entre los hombres. Pero mejor no me detengo en cosas posiblemente triviales -que ya entrando en materia, más bien tribales. Nadie en un momento así, o en un momento que se precie, se quiere detener en cuestiones alimenticias; ¿a quién le importa un trozo de pan y unas cuántas botellas de vino? Sí, en cambio, merece considerarse (y muy rigurosamente) los efectos decisivos posteriores al mísero festín. Voy directo a lo que me concierne. 
Bien se sabe lo que realmente se hizo en tan famosa cena y en consecuencia lo que ocurrió. Nadie lo ignora, aunque algunos quieran hacerse los locos.   Que si se comió pan, sí, ya se sabe. Y no sobrará decir que se jartó vino hasta el tuétano, y si mal no recuerdo el estado etílico suscitó no sólo alucinaciones posteriores crónicas (y en algún caso permanentes), sino además síntomas sicóticos y paranoia, lo que fue determinante y que acabó en lo que ya todos conocemos.    
Para ir al centro sin recovecos, dicha cena no fue más que una excusa para justificar el desmadre de unos jóvenes desapegados y sin compromisos. Aquello que empezó como una elegante y formal cita de amigos, acaso despedida, culminó en una bacanal al mejor estilo pompeyano. 
La última escena deja una estampa del desconcierto del momento cumbre del acontecimiento; en medio de la borrachera se hace saber que un hombre traiciona y otro es traicionado. ¿Acaso seré yo? La alegría del guateque decae precipitadamente. La prensa rosa y los voyeristas historiadores conjeturan. Y conjeturarán por  muchos años.

El acontecimiento se saldó con once hombres indispuestos, uno colgado, otro incrustado en un palo (al mejor estilo americano) y unas madres en llantos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario