lunes, 7 de febrero de 2011

Afrodita Boyacensis



http://www.flickr.com/photos/santiagonias/sets/72157625999535670/ 

Afrodita Boyacensis

Las versiones que envuelven su misterio son, ciertamente, numerosas; la mayoría inciertas, dudosas o carentes de fundamento. Recurren más al estímulo del desvarío que al rigor de la verdad, aunque eso que se suele llamar Verdad se ajusta a retazos acoplados en un ensamblaje cósmico.

Edelmira Hunzahua (es su nombre) podría camuflarse en el Olimpo. Ahora el tiempo la ha consagrado y es diosa en su Olimpo de tierra negra y papa. Su padre le dio magia, puede percibirse en su andar que evoca otras diosas mayores y distantes. Al pasar, su efecto doppler embeleza al pasajero más mentecato. Atleta del tejo, boyacacuna, deambula bajo una ruana su belleza pueblerina. Por este tiempo en desvanecimiento, esta afrodita de cachetes longanizos, desfila de un lugar a otro entre la mierda de las vacas; desde aquí sus pasos no son más que una estela en la inmóvil y perecedera memoria.     

La joya, impecable talla, imagen de la Imagen, copia cómico-mimética, lejos de la original cinética, jamás se posará en los estandartes de la paridad; sus huellas jamás se posarán sobre la arena resignadas a las halógenas y al pedestal. -Minúscula, redonda, pulida, corpórea, minuciosa, fina, delicada, grandiosa- son meros atributos arbitrarios. Dos esferas de oro bruñido proclaman sus ojos que, como dicen, vistos en la nocturna intemperie y desde un ángulo afortunado, dejan entrever las regiones más escondidas del universo, su origen y su fin. Todo lo demás, como dice busté, no es más que puro chisme.  

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